Camino de Santiago
Más allá de la fé que uno profese, el camino acaba provocando en aquellos que lo recorren una poderosa sensación de espiritualidad, una espiritualidad que puede estar relacionada con la religión, con la naturaleza, con la historia, con uno mismo, o con todas esas cosas al mismo tiempo.A medida que pasa el tiempo, caminando en completo silencio entre los robles y los castaños y se toma contacto con el legado de hombres y mujeres que vivieron hace cinco, diez, doce siglos atrás, la mente empieza a dejarse llevar, a soltar amarras. Deja de pensar y se centra en el entorno y te desconecta con todo lo demás.
En un lugar como este sobre el puente medieval del pequeño pueblo de Furelos, mirando cómo un grupo de truchas remontan el río cristalino, para no ser arrastradas hacia el mar, se arriba a Santiago un día después, donde la bruma envuelve las torres de la Catedral. Las campanas anuncian que la misa está a punto de comenzar. Es el fin del camino.